Hoy
hago un alto en el camino porque es el día de Sant Jordi. Aunque esté lejos de
casa, o tal vez por eso mismo, me gusta recordar las tradiciones que me han
acompañado toda mi vida. En Cataluña es típico que el 23 de Abril, para Sant
Jordi, los hombres regalen una rosa a las mujeres y éstas un libro a los
hombres. Desde ya hace varios años, tal vez décadas, muchos hombres también
regalan libros a las mujeres, por la igualdad de género y la no discriminación,
aunque la verdad es que, personalmente, no conozco a ninguna mujer que le
regale una rosa a un hombre, tal vez deberíamos empezar a hacerlo…
El caso
es que siempre que se acerca esta fecha recibo miles de mensajes a través de
las redes sociales y por correo electrónico en el que se reivindica el derecho
de las mujeres y, sobretodo de las niñas, a no ser princesas, a comportarse de
manera “libre” fuera de clichés sexistas e ideas predeterminadas de cómo
debería ser una mujer. Estos mensajes siempre son los mismos, se repiten año
tras año, algunos caen en el olvido y algunos se reinventan, pero después de
todo, todos vienen a decir lo mismo: hagamos de nuestras niñas unas
luchadoras y no dejemos o inculquemos que sean princesas.
Pues
bien, debo confesar que hasta este mismo año yo reenviaba convencida estos
mensajes, defendía la idea que la mujer, desde niña, no debe sentirse ni estar
oprimida por una sociedad machista que define un estereotipo de
niña-mujer-princesa. Pero resulta que la vida me ha regalado una de esas
niñas-princesas y, aunque me ha costado casi cinco años, he aprendido mucho a
su lado y hoy, defenderé a todas las princesas, las niñas y las mayores.
¿Qué hay
de malo en querer ser princesa? ¿Por qué no se puede amar la belleza? ¿O querer
lucir una cabellera rubia maravillosa y vestidos a todas horas? ¿Qué hay de
malo en apreciar el cuerpo que tenemos y querer lucirlo lo más bello que
podamos? ¿Qué tan horrible es soñar con un príncipe apuesto que quiere
compartir su vida con nosotras? Pues la verdad es que, después de mucho
reflexionar, después de desmontar todos mis PREJUICIOS, después de observar atentamente a niñas y mujeres
princesas, he llegado a la conclusión que no hay nada malo, que se debe ser
muy valiente para, a día de hoy, querer ser una princesa y serlo porque más
de la mitad de la sociedad te va a criticar por ser como eres, por expresar lo
que sientes, por defender tus ideas. Esa misma sociedad que después te va a
decir que debes ser libre para elegir ser quien quieras ser, pero cuidado, no
elijas ser princesa porque en este caso no estarás siendo libre, sino
manipulada por la otra mitad de la sociedad… ¡caramba! ¡Qué contradicción y qué
lío! ¿no os parece?
Resulta
que apreciar nuestro cuerpo y querer lucir bellas está endemoniado, resulta que
la belleza debe estar reñida con el intelecto, que no se puede querer ser física
o camionera o bombera o subir a los árboles si también se desea llevar las uñas
pintadas, tacones, vestidos y maquillaje a diario. Resulta que una mujer libre
y liberal no debe preocuparse por su cabellera rubia y debe llevar pelo corto y
negro. Resulta que una niña debe gozar pelándose las rodillas mientras va en
bicicleta pero no debe disfrutar con vestidos largos y soñando con bailes de
fantasía. Resulta que una mujer debe ser guerrera pero no puede ponerse guapa y
sentirse estupenda.
Y ¿de
dónde sale ese estereotipo de princesa tonta y que debe ser salvada que tanto
se critica? Pues dicen que de los cuentos de hadas que nos han llegado hoy en
día (algunos difieren ligeramente o bastante de los originales)… Y hasta hace
poco yo me lo creía… Pero vamos a analizar esos cuentos tan “destructivos” para
las niñas en los que nos han dicho que nos presentan mujeres-objeto que sólo
esperan ser rescatadas:
_ Blancanieves: Es una joven preciosa que
se queda huérfana y su malvada madrastra quiere matarla para ser ella la más
bella. Blancanieves se refugia en el bosque con siete enanitos hasta que la
madrasta la encuentra y le da de comer una manzana envenenada con la que cae en
un profundo sueño del que sólo despierta tras ser besada por un príncipe.
Después viven felices y comen perdices.
Si
analizamos a Blancanieves vemos que, a pesar de que sus padres murieran y
quedara al cargo de una persona que no la apreciaba en absoluto y quería
destruirla fuera como fuera, ella sigue buscando la parte buena de la vida,
vive con optimismo y lucha por sobrevivir. Abandona todo lo que conoce hasta el
momento, deja a un lado una vida de facilidades para adentrarse en un lugar
hostil y trabajar en una casa donde viven siete hombres (cualquier mujer real
moriría en el intento si tuviera que convivir con siete hombres acostumbrados a
estar solos…) a cambio de comida y techo. Ella es una persona que en su vida ha
movido un solo dedo, que lo ha tenido siempre todo hecho, pero cuando tiene que
trabajar lo hace sin remilgos y manteniendo el optimismo, sin rencores, con
buen corazón. Es cierto que un príncipe la rescata, pero ella ni se entera, ¡que
la han dejado inconsciente y medio muerta! ¿Quién no se agarra a la cuerda que
le tienden cuando está en el fondo de un pozo? Pues ella se agarra y con todas
sus fuerzas y resulta que dos buenas personas encuentran el amor de manera
fortuita y son felices. Creo que a todos nos gusta ser felices con la persona a
la que amamos y no por eso nos sentimos “rescatadas”. Después de todo,
compartir los malos momentos y salir victoriosos de ellos nos hace más fuertes…
_
Veamos ahora a Cenicienta: Una
joven, también huérfana que vive con una madrastra y dos hermanastras que le
hacen la vida imposible, aprovechándose de ella, maltratándola. Un día va a un
baile ayudada por un hada madrina y conoce a un príncipe con el que acaba
casándose y siendo feliz.
Cenicienta
es una persona colmada de esperanza, que persigue su sueño de salir de la
pesadilla en la que vive, que sabe aprovechar la menor oportunidad para poder
hacer realidad aquello que desea, que es tenaz y luchadora y que a pesar de las
adversidades, sabe que algún día conseguirá su objetivo y salir de su infierno.
Mientras tanto conserva buenos amigos (aunque sean ratones y pajarillos, cosa
que hoy en día no es tan fácil a veces) y tiene buen corazón (o lo que es lo mismo,
es buena persona). Se encuentra con mil obstáculos para poder alcanzar sus
sueños pero finalmente consigue lo que se ha propuesto. Es una persona que ha
trabajado duro para poder llegar a su meta y sí, su meta es un príncipe. ¡Vaya!
Conozco centenares de personas que tienen a su media naranja (o príncipe azul,
llámale como quieras que es lo mismo) a su lado y están encantadas… Cenicienta ¡también!
Poder compartir tu vida con alguien a quien amas y que te ama es un lujo que
todo el mundo debería tener.
_ La Bella: Una chica que para salvar a su
padre se deja encarcelar por un malvado ser que no la deja salir de allí. Ella
se empeña en sacar lo mejor de él y después de recibir muchos desprecios y
malas maneras por su parte, acaban enamorándose y deshaciendo el hechizo. Se
casan y viven felices para siempre.
Bella es
otra luchadora. Una mujer segura de sí misma, convencida que ella puede luchar
contra sus monstruos. Es tenaz y persistente. Sabe lo que quiere y busca la
mejor manera de conseguirlo aunque por el camino tropiece con una y mil
piedras, aunque parezca que se rinde, aunque todo se le haga cuesta arriba,
ella sigue peleando y luchando por aquello en lo que cree (que en toda persona
hay algo bueno que quiere brotar). No acepta las humillaciones, no se deja
maltratar y planta cara al miedo, se revela contra la maldad buscando un atisbo
de algo bueno. Es capaz de encontrar la belleza allí donde los demás sólo
verían horror (en cierto modo y salvando las muchas distancias, me recuerda a “La
vida es bella”). Cuando todo parece haber llegado a su fin, cuando la
desesperación parece que va a vencer, en ese momento, por fin, encuentra lo que
ha estado buscando durante tanto tiempo y la belleza brota y florece en medio
de la maldad para dar paso a la felicidad. Su esfuerzo y su lucha dan su fruto.
Podría
seguir con todas y cada una de las princesas (excepto con la Bella durmiente que esta no hace
absolutamente nada más que dormir y esperar ser rescatada por un príncipe… ahí
sí veo el estereotipo que hace que se hable tan mal de las princesas, pero ¡es
una entre un montón!): Ariel, Elsa y Ana (Frozen), Rapunzel, Mérida (Brave), Yasmin (no sé si me he dejado alguna… creo que no…) Todas ellas
luchan por conseguir salir de su mundo hostil y hacer realidad sus sueños y sí,
todas son guapas (¡porque todas las mujeres lo son!), a algunas les encanta
peinar su cabellera, a otras mostrar las curvas de sus cuerpos, algunas no se
preocupan demasiado por su físico, etc… pero todas ellas son esas guerreras,
heroínas, luchadoras, etc que reclaman las personas que piden que NO tengamos
niñas-princesas.
No es
que yo pretenda que todas las niñas sean princesas, no, ni mucho menos, lo que
pretendo es que dejemos de juzgar, que abandonemos los prejuicios, que
aceptemos que lo superficial y lo profundo no está reñido, que aprendamos que
tras una princesa puede haber una guerrera y que tras una guerrera puede haber
una princesa, que ambas pueden convivir en el mismo ser porque no son excluyentes,
que dejemos que cada una sea como le dé la gana ser y que no pretendamos
cambiar a nuestras niñas porque queremos ser las mujeres más modernas, las más
progres o las más feministas. Dejemos
que las niñas-princesas sean niñas-princesas y que las niñas que no quieren ser
princesas no se sientan obligadas a serlo. DEJEMOS QUE CADA UNA SEA COMO ES y, sobretodo, dejemos de
juzgar a unas y elogiar a las otras porque al final no les estamos haciendo
ningún favor ni a las unas ni a las otras.
Una
última vivencia personal: Antes de tener a mi hija yo siempre decía que JAMÁS
la vestiría con vestidos y menos rosas, que le compraría pantalones de rayas y
botas para subir montañas, pero como siempre he dicho, los niños vienen a dar
la vuelta a nuestro mundo y desde muy pequeña, con poco más de un año, mi hija
empezó a mostrar un claro interés por los vestidos y por el color rosa. Cerca
del año y medio me dijo que ella no quería pantalones y que sólo quería faldas
o vestidos (¡año y medio!!!!!) y yo conseguí alargar la etapa de los pantalones
un poco más, tal vez hasta los dos o dos y medio. A partir de ahí acepté que
ella odiaba los pantalones y sólo se sentía cómoda con faldas o vestidos. Por otra
parte, cuando con un año empezó a andar, se entretenía con todo lo que
encontraba por la calle y por lo único que corría era para ver un escaparate de
una joyería, se pirraba por las pulseras brillantes y los relojes con
piedrecitas... ¡con poco más de un año! Antes de los tres me pidió un día, muy
seria ella, “Mami, ¿quedamos tu y yo para maquillarnos?” Pero ¡si yo no tenía
ni maquillaje en casa y ella no veía la tele ni tenía contacto con otros
adultos o niños que se maquillasen!!!!! Tal vez lo vio algún día de refilón en algún
sitio y desde entonces se pirra por pintarse labios, ojos y uñas y, tengo que
reconocerlo, ¡se le da bien! A día de hoy es una niña coqueta, a la que le
encanta cuidarse y vestirse con vestidos y faldas, que aprecia la belleza, no
sólo en ella, sino en todo lo que tiene a su alrededor (música, obras de arte,
paisajes…) y cuando algo le resulta especialmente bello lo expresa con un
brillo especial en los ojos y con entusiasmo en su voz “Mami, ¡esto me encanta!”.
Gracias a ella yo estoy aprendiendo a valorar la belleza, a querer mi cuerpo e
intentar cuidarlo un poco más cada día (no es fácil cuando no lo has hecho
nunca y siempre has creído que esto era ser superficial y estaba reñido con ser
una persona más profunda). Pero resulta que me estoy reconciliando con la
princesa que yo llevo dentro y mi hija me está enseñando que, además de ser
princesa, ella también quiere ser otras muchas cosas: bombera, equilibrista,
bailarina, pintora, madre, aventurera, viajera,… y también quiere ir en
bicicleta (aunque no quiere pelarse las rodillas), escalar montañas, subir a
los árboles… y todo eso con su falda o su vestido, su pelo bien peinado, a
poder ser con las uñas pintadas y si me despisto también con los labios
pintados.
Así que
sí, defiendo el derecho de las niñas a
ser princesas si es lo que ellas quieren y el derecho de sus madres a no
sentirse culpables porque no han hecho nada malo para que su hija quiera ser
princesa. Hay princesas rubias, morenas, pelirrojas, con pecas, con
cicatrices, con seis dedos en una mano, que van en silla de ruedas, que no ven…
y todas ellas deberían poder ser
princesas si quieren serlo ¡LAS
PRINCESAS SON MARAVILLOSAS! Y las no-princesas, ¡TAMBIÉN!
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