La idea
original era ir a Cazorla, pero por cuestiones meteorológicas y logísticas,
cambiamos Cazorla por Castril y, aunque imagino que la sierra de Cazorla debe
ser preciosa, me alegro mucho de nuestra decisión.
¡Castril
es un lugar precioso!
La
carretera que lleva hasta allí está repleta de vistas preciosas, de vez en
cuando Sierra Nevada nos acompañaba desde la lejanía, otras veces eran
carreteras interminables, la Sierra de Cazorla también nos sorprendió con
vistas a sus montañas aún nevadas y cuando ya llegábamos al pueblo de Castril,
el embalse y la enorme presa nos dejaron sin aliento.
Llegamos
por la tarde y la oficina de turismo ya estaba cerrada. Tuvimos muchísima
suerte porque justo en ese momento llegó un camión que llevaba cosas para la
oficina de turismo y, a la vez, un chico muy simpático que debía recoger el
pedido del camión y nos dio los mapas e indicaciones necesarios para poder
disfrutar del pueblo y sus alrededores.
A veces
es difícil encontrar un sitio donde aparcar nuestra casa con ruedas, puesto que
es larga y encontrar un sitio lo suficientemente ancho y largo para ella no
siempre es tarea fácil, y menos en pueblos pequeños con calles estrechas, pero
en Castril hay un área recreativa maravillosa y un campo de fútbol muy cerca,
justo al lado hay una explanada genial para poder aparcar y allí estuvimos las
dos noches que pasamos en el pueblo.
Después
de encontrar el sitio perfecto para aparcar fuimos a conocer el motivo de
nuestra visita, el sendero de la Cerra, un camino que pasa junto y sobre el río
Castril con unas pasarelas de madera y puentes colgantes, incluso un túnel y un
pequeño mirador hacen del camino un lugar de encanto. Acabado este tramo se
puede seguir el camino hasta el pueblo a través de campos y bosques, pero nosotros
dimos media vuelta justo al pasar el restaurante y volvimos por la misma senda.
Fue
espectacular sentir el río bajo los pies y pasar por un camino hecho con
tablones de madera con el ruido ensordecedor del agua corriendo a nuestro lado.
Pasar por un puente colgante que se movía ligeramente con cada paso y atravesar
un túnel negro en el que casi no se veía nada y menos la salida.
A mitad del
túnel un pequeño desvío nos condujo a un mirador minúsculo desde dónde
apreciamos una pequeña cascada y pudimos sentir las gotitas de agua salpicando
nuestras caras. Seguir hasta el final del túnel imaginando que tal vez podía
aparecer un murciélago fue estimulante para los peques. Al llegar al otro lado
la senda transcurría por al lado del río pero ya en tierra firme y unos metros
más adelante una casa antigua se había convertido en restaurante (a esas horas
aún cerrado). Seguimos un poco más, pero el camino empezó a ascender cada vez
más y decidimos dar media vuelta y volver por la senda de la Cerra que a los niños
les había parecido un circuito de aventuras fenomenal. Ya estaban cansados,
pero al llegar aún sacaron fuerzas para jugar un rato en el área recreativa
mientras se hacía la cena.
Al día
siguiente por la mañana los peques y el padre se fueron a hacer, de nuevo, la
senda de la Cerra y a jugar en el área recreativa mientras yo descansaba. Por
la tarde visitamos el pueblo. Al principio nos esperaba una gran cuesta que nos
acompañó hasta la vuelta. Todo el pueblo está en la ladera de una montaña y la
vista del pueblo desde la carretera es preciosa, pero eso conlleva a calles
empinadas.
En Castril todo parecía transcurrir con calma… Vimos las calles y
callejuelas y llegamos a la iglesia, en ese momento cerrada.
En la plaza de la
iglesia los peques jugaron a bailar como Rapunzel sobre el sol de la plaza de
su reino.
Desde allí se veía el castillo pero, aunque queríamos subir, no
pudimos, puesto que sólo abre sus puertas en dos ocasiones al día y nosotros
llegamos tarde para ambas. Dimos una vuelta más por el pueblo, disfrutamos de
sus calles, hablamos con algunos de sus habitantes, hicimos la compra en el
super y volvimos a nuestra casita para cenar y descansar, no sin antes pasar de
nuevo por el área recreativa a aprovechar los últimos rayos de sol.
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