viernes, 10 de julio de 2015

Alta sensiblidad sensorial

Tener un hijo con una alta sensibilidad sensorial es algo realmente estraño, sobre todo hasta que descubres qué le pasa. En el caso de mi peque todo empezó alrededor de los 9 meses... Para esa fecha tuvo una caída casi fatal, fue un golpe muy fuerte que casi le cuesta la vida pero que por suerte quedó en un gran susto y nada más. A partir de ese momento el peque cambió... Paró su crecimiento, no creció ni un cm en mas de tres meses y no engordó ni un solo gramo, también dejó de evolucionar, dejó de intentar gatear y levantarse, dejó de comer sólidos y sólo quería teta y sopa, dejó de hacer todas aquellas cosas que estaba aprendiendo y con ello empezó a hacer cosas muy extrañas cuando algo le rozaba, o cuando él tocaba alguna cosa. Ahí percibimos que algo no iba nada bien... El peque no soportaba nuevas sensaciones táctiles, en la playa no quería quitarse los zapatos ni la ropa y no aguantaba el tacto de la arena, sobretodo en los pies, sólo quería jugar con juguetes lisos, de plástico o madera pero sin rugosidades, algunos tejidos le molestaban y un largo etcétera.


La caída movió algo en su interior que no le permitía recibir nada nuevo y, evidentemente, con la comida pasaba igual! Su dieta no salía de la teta, la sopa, las galletas, el fuet, el plátano y, si podía, el chocolate.


Y así iban pasando los días, los meses y hasta mas de un año!


Siempre he creído que las madres tenemos un sexto sentido con nuestros hijos, les vemos, les conocemos, sabemos cómo son, como sienten y nuestro instinto nos mantiene unidas a ellos para que podamos ayudarles como mejor sepamos... En este caso, los médicos y especialistas varios a los que visitamos siempre nos decían que no le pasaba nada, que todo era normal y que no sabían qué podía ser, aparentemente todo estaba correcto pero yo sabía que había algo mas... No es normal que un niño de uno o dos años no quiera jugar con la arena en la playa ni probar absolutamente nada nuevo ni querer estar descalzo ni ponerse manga corta o pantalón corto... tampoco es normal que no quiera ver a otros niños o que se enfade profundamente si alguien se dirige a él. Y sobre todo, no es normal que con 8-9 meses hiciese todas esas cosas y de repente dejase de hacerlas y que con el tiempo no las recuperase.


Un día, no hace mucho tiempo, cuando el peque ya tenía mas de 2 años, llego a mi mano un artículo que me hizo pensar en mi peque. Después de este artículo investigué mas y mas y, la verdad, todo cuadraba y empezaba a tener sentido, varios libros, webs y artículos y experiencias de otras personas me confirmaron que mi peque tenía una alta sensibilidad sensorial, en su caso relacionada con el tacto. Uf, qué bien sienta ponerle nombre a las cosas para saber cómo poder solucionarlas! Aquél mar de incertidumbre en el que llevaba casi año y medio se despejaba y daba paso a algo que tenía un nombre y que podía investigar y, probablemente tratar.
Al fin podía ayudarle en su proceso de maduración y a poder llevar o superar aquello que le estaba pasando.
¿El camino a seguir? Eso da para otra entrada!
Pero lo que para mi ha sido importante es constatar que las madres podemos tener una gran conexión con nuestros peques, que nuestro instinto, si lo dejamos fluir, nos guiará y que con la ayuda de los peques podremos encontrar el camino para ayudarles y crecer todos juntos. Es difícil ir contracorriente cuando todo el mundo te dice una cosa y tu crees firmemente en otra, pero a veces una está en lo cierto y son los demás los que se equivocan (¡hay que saber distinguir cuando!).

2 comentarios:

  1. Magnífico artículo María! Sigue siempre ese instinto que no puede ser más certero, más sabiendo que él y tú compartía desde aquellos 9 meses una parte del otro que nadie más comparte... ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Sagra!!!! Sabes que procuro hacerlo siempre y cuando me olvido... ahí estás tú! ;)

      Eliminar