Tú
puedes hacer planes, tenerlo todo previsto y organizado, soñar con algo en
concreto y desearlo con todas tus fuerzas, pero a veces la vida te prepara otro
camino muy distinto, que no se parece en nada a lo que tú esperabas. Y eso es,
precisamente, lo que nos pasó en Semana Santa.
El plan
original consistía en pasar unos días en Valencia, visitando familia y quedando
con amigos. Ver el Oceanográfico y descubrir el Bioparc. Estábamos convencidos
que a los peques les encantaría, y más después de ver la buena acogida que
tuvieron los peces cuando los vieron en Mazarrón.
Teníamos
muchas ganas de ver a mis tíos y prima a los que hacía más de un año que no
veíamos y unas ganas inmensas de reencontrarnos con unos amigos a los que hacía
más de cuatro años que no veíamos. Nos esperaba una semana de reencuentros y
visitas interesantes.
Antes
de marchar a Valencia hicimos un alto en casa de la Abuela, tan sólo tres días
de visita exprés, pero la mañana anterior a marchar hacia Valencia, Aniol
amaneció con unos cuantos granitos sospechosos y la sospecha se confirmó:
Varicela. Así que nos quedamos en casa de la Abuela a pasar esa varicela.
Cambio de planes, anulamos Valencia, nos sentimos fatal por no poder ver a
todas esas personas especiales con las que hacía tanto tiempo que no
coincidíamos y posponemos la visita para más adelante. Repensamos la ruta que
ya no pasa por Valencia y pensamos en dirigirnos hacia Pamplona para entrar en
Francia por el este. Vamos a esperar 10 días para que Aniol se mejore, no sea contagioso y
pueda pasar la varicela lo más cómodo posible.
Hacemos
los planes, siempre pensando que, probablemente, se tendrán que deshacer porque
Èrika aún no ha pasado la varicela y lo más probable es que se contagie.
Esperamos unos días más, pero parece que nuestra hija es inmune, así que
hacemos los planes y… Èrika se levanta con unos cuantos granitos el día
anterior a marchar… De acuerdo… Alguien, algo o lo que sea ha decidido que
deberíamos pasar más tiempo en tierra firme, con la Abuela y anclados a una
casa con raíces, parece que nuestras alas (o nuestras ruedas) no complacen a
ese algo o alguien, así que pasamos la segunda varicela y esperamos 15 días
más… ¡Ya llevamos casi un mes sin viajar! Se nos hace eterno. Incluso los niños
que adoran a su Abuela y siempre nos están pidiendo ir a su casa nos empiezan a
preguntar cuando nos iremos, nos dicen que están aburridos de estar siempre en
el mismo sitio, que quieren ir a su casa con ruedas… Vaya, ¡parece ser que a
ellos también les ha entrado el síndrome del eterno viajero!
Ya que
debemos quedarnos un poco más de tiempo aprovechamos para, el último día de
estancia cerca de Barcelona, hacer una salida en familia al Tibidabo y pasar un
día entre semana en el parque de atracciones. Una gozada, pues aunque no
estuviera abierto todo el parque, pudimos subir a todas las atracciones sin
hacer colas, pues no había casi nadie. Los peques se lo pasaron genial,
¡incluso hicieron alguna amiguita! Y se llevaron un buen sabor de boca de ese
mes sin movimiento.
En fin,
después de estar casi un mes en el mismo sitio y una vez todos recuperados de
la varicela, por fin nos ponemos en marcha rumbo a Pamplona a visitar a la
Bisabuela de los niños y a algunos de mis tíos. La visita será más corta de lo
que habíamos pensado en un principio, pero después de tanto tiempo parados
debemos recuperar un poco de tiempo para poder llegar a donde queremos.
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