Hablar
de Elche es hablar de palmeras, ¡de muchas palmeras! Las hay por todas partes,
la ciudad está llena de estos árboles, no sólo en los palmerales señalados como
tal, sinó también por el resto de calles.
Ese día
llegamos y aparcamos sin problemas al lado de la Universidad y de la escuela de
música. Un sitio ideal, muy cerca del centro de la ciudad y muy bien comunicado
para ir tanto a pie como en transporte público a cualquier lado. Como llegamos
bastante tarde ya no había demasiados coches aparcados, así que escogimos sitio
y nos pusimos a dormir.
Por la
mañana no se oyó demasiado jaleo de estudiantes pero sí se llenó el
aparcamiento de coches. Nosotros nos levantamos con calma y nos dirigimos hacia
la oficina de turismo. ¡Nos dieron un mapa con dos itinerarios para ver miles
de palmeras! Genial, pero seguro que no hacíamos ni la mitad de uno de ellos.
Decidimos
ver un poco de arquitectura y jugar en el parque y dejar para la tarde la
visita al famoso palmeral.
Primero
visitamos la catedral de Elche. Sencilla pero bonita. El máximo atractivo
turístico consiste en subir a la torre y admirar las vistas de la ciudad y
todas sus palmeras pero nosotros no subimos. Íbamos con el cochecito a cuestas,
Aniol con pocas ganas de caminar y yo no tenía ánimos para subir tantos y
tantos escalones, así que decidimos ver la ciudad a pie de calle y dejar las
alturas para los más atrevidos o para los pájaros.
Por los
alrededores de la Catedral pudimos ver curiosidades, como la puerta lateral
enmarcada por un lado por el sol y por el otro por la luna.
O los
peregrinos que nos encantaron y nos recordaron nuestro Camino de Santiago aun
por acabar.
Las
vírgenes en la calle de detrás le parecieron princesas a Èrika, ¡cómo no!
Cualquier mujer con vestido largo y algo en la cabeza es una princesa para
ella. Le explicamos quienes eran pero ella nos dijo “vale, pero también son
princesas”. Pues de acuerdo, tal vez todas las mujeres llevemos una princesa
dentro…
La Alcúdia
y los chorros de agua que hay justo delante fueron un lugar ideal para que los
mayores descansáramos un poco y los peques disfrutaran intentando no mojarse
mientras corrían entre los surtidores de agua.
Muy
cerca de la oficina de turismo y a mitad de camino hacia nuestra casa con
ruedas había un parque lleno de palmeras dónde pudimos ver las primeras
palmeras singulares de Elche y donde encontramos un parque infantil.
Evidentemente tocaba parar y dejar que los peques se divirtieran durante un
buen rato. A la hora de comer fuimos a casa y por la tarde, después de una buena
siesta, a ver el famoso palmeral.
Creíamos
que el Palmeral estaba más cerca de lo que resultó estar y después de atravesar
casi todo Elche, ver sus calles, merendar churros y helado y caminar y caminar,
por fin llegamos al inicio del Palmeral. Perderse por allí fue bonito. Palmeras
y más palmeras plantadas en huertos. Cada huerto con su nombre y en algunos de
ellos palmeras con formas raras, palmeras singulares, de esas que hay que ver.
A Èrika
le gustó mucho subir a una de las palmeras que ha crecido totalmente paralela
al suelo.
Y
también disfrutó sacando la cabeza por el agujero de una palmera que ha crecido
con esta curiosa singularidad.
La
vuelta por el palmeral se hizo larga. Al fin y al cabo todo el rato estabas
viendo lo mismo y a los peques se les hacía pesado y por más que inventáramos
juegos, cantáramos a voz en grito, hiciéramos ziga-zaga con las palmeras e
imagináramos ser mil personajes distintos, ellos cada vez estaban más cansados
y aburridos, hasta que regresamos a la civilización y topamos con un parque
que, aunque estaba lleno, hizo que a los peques se les olvidara por un rato el
aburrimiento y el cansancio que llevaban encima.
Finalmente
llegamos a casa y todos caímos rendidos en brazos de Morfeo.
Al día
siguiente acabamos de ver el primer parque en el que estuvimos el día anterior
ya que allí también había palmeras que no nos podíamos perder y descubrimos un
pequeño estanque con patos. A los peques les encantó el estanque y poder jugar
una mañana en un parque bastante grande todo para ellos.
Por la tarde pusimos rumbo a Catalunya, con la intención de pasar dos noches y volver a nuestras aventuras, pero esta vez el destino nos tenía preparada una sorpresa...
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