domingo, 29 de mayo de 2016

De palmera en palmera y tiro porque estoy en Elche

Hablar de Elche es hablar de palmeras, ¡de muchas palmeras! Las hay por todas partes, la ciudad está llena de estos árboles, no sólo en los palmerales señalados como tal, sinó también por el resto de calles.


Ese día llegamos y aparcamos sin problemas al lado de la Universidad y de la escuela de música. Un sitio ideal, muy cerca del centro de la ciudad y muy bien comunicado para ir tanto a pie como en transporte público a cualquier lado. Como llegamos bastante tarde ya no había demasiados coches aparcados, así que escogimos sitio y nos pusimos a dormir.


Por la mañana no se oyó demasiado jaleo de estudiantes pero sí se llenó el aparcamiento de coches. Nosotros nos levantamos con calma y nos dirigimos hacia la oficina de turismo. ¡Nos dieron un mapa con dos itinerarios para ver miles de palmeras! Genial, pero seguro que no hacíamos ni la mitad de uno de ellos.

Decidimos ver un poco de arquitectura y jugar en el parque y dejar para la tarde la visita al famoso palmeral.


Primero visitamos la catedral de Elche. Sencilla pero bonita. El máximo atractivo turístico consiste en subir a la torre y admirar las vistas de la ciudad y todas sus palmeras pero nosotros no subimos. Íbamos con el cochecito a cuestas, Aniol con pocas ganas de caminar y yo no tenía ánimos para subir tantos y tantos escalones, así que decidimos ver la ciudad a pie de calle y dejar las alturas para los más atrevidos o para los pájaros.


Por los alrededores de la Catedral pudimos ver curiosidades, como la puerta lateral enmarcada por un lado por el sol y por el otro por la luna.


O los peregrinos que nos encantaron y nos recordaron nuestro Camino de Santiago aun por acabar.


Las vírgenes en la calle de detrás le parecieron princesas a Èrika, ¡cómo no! Cualquier mujer con vestido largo y algo en la cabeza es una princesa para ella. Le explicamos quienes eran pero ella nos dijo “vale, pero también son princesas”. Pues de acuerdo, tal vez todas las mujeres llevemos una princesa dentro…


La Alcúdia y los chorros de agua que hay justo delante fueron un lugar ideal para que los mayores descansáramos un poco y los peques disfrutaran intentando no mojarse mientras corrían entre los surtidores de agua.


Muy cerca de la oficina de turismo y a mitad de camino hacia nuestra casa con ruedas había un parque lleno de palmeras dónde pudimos ver las primeras palmeras singulares de Elche y donde encontramos un parque infantil. Evidentemente tocaba parar y dejar que los peques se divirtieran durante un buen rato. A la hora de comer fuimos a casa y por la tarde, después de una buena siesta, a ver el famoso palmeral.


Creíamos que el Palmeral estaba más cerca de lo que resultó estar y después de atravesar casi todo Elche, ver sus calles, merendar churros y helado y caminar y caminar, por fin llegamos al inicio del Palmeral. Perderse por allí fue bonito. Palmeras y más palmeras plantadas en huertos. Cada huerto con su nombre y en algunos de ellos palmeras con formas raras, palmeras singulares, de esas que hay que ver.


A Èrika le gustó mucho subir a una de las palmeras que ha crecido totalmente paralela al suelo.


Y también disfrutó sacando la cabeza por el agujero de una palmera que ha crecido con esta curiosa singularidad.


La vuelta por el palmeral se hizo larga. Al fin y al cabo todo el rato estabas viendo lo mismo y a los peques se les hacía pesado y por más que inventáramos juegos, cantáramos a voz en grito, hiciéramos ziga-zaga con las palmeras e imagináramos ser mil personajes distintos, ellos cada vez estaban más cansados y aburridos, hasta que regresamos a la civilización y topamos con un parque que, aunque estaba lleno, hizo que a los peques se les olvidara por un rato el aburrimiento y el cansancio que llevaban encima.


Finalmente llegamos a casa y todos caímos rendidos en brazos de Morfeo.


Al día siguiente acabamos de ver el primer parque en el que estuvimos el día anterior ya que allí también había palmeras que no nos podíamos perder y descubrimos un pequeño estanque con patos. A los peques les encantó el estanque y poder jugar una mañana en un parque bastante grande todo para ellos.
Por la tarde pusimos rumbo a Catalunya, con la intención de pasar dos noches y volver a nuestras aventuras, pero esta vez el destino nos tenía preparada una sorpresa...

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