sábado, 7 de mayo de 2016

Castril: donde el tiempo se detiene

La idea original era ir a Cazorla, pero por cuestiones meteorológicas y logísticas, cambiamos Cazorla por Castril y, aunque imagino que la sierra de Cazorla debe ser preciosa, me alegro mucho de nuestra decisión.
¡Castril es un lugar  precioso!

La carretera que lleva hasta allí está repleta de vistas preciosas, de vez en cuando Sierra Nevada nos acompañaba desde la lejanía, otras veces eran carreteras interminables, la Sierra de Cazorla también nos sorprendió con vistas a sus montañas aún nevadas y cuando ya llegábamos al pueblo de Castril, el embalse y la enorme presa nos dejaron sin aliento.

Llegamos por la tarde y la oficina de turismo ya estaba cerrada. Tuvimos muchísima suerte porque justo en ese momento llegó un camión que llevaba cosas para la oficina de turismo y, a la vez, un chico muy simpático que debía recoger el pedido del camión y nos dio los mapas e indicaciones necesarios para poder disfrutar del pueblo y sus alrededores.
A veces es difícil encontrar un sitio donde aparcar nuestra casa con ruedas, puesto que es larga y encontrar un sitio lo suficientemente ancho y largo para ella no siempre es tarea fácil, y menos en pueblos pequeños con calles estrechas, pero en Castril hay un área recreativa maravillosa y un campo de fútbol muy cerca, justo al lado hay una explanada genial para poder aparcar y allí estuvimos las dos noches que pasamos en el pueblo.

Después de encontrar el sitio perfecto para aparcar fuimos a conocer el motivo de nuestra visita, el sendero de la Cerra, un camino que pasa junto y sobre el río Castril con unas pasarelas de madera y puentes colgantes, incluso un túnel y un pequeño mirador hacen del camino un lugar de encanto. Acabado este tramo se puede seguir el camino hasta el pueblo a través de campos y bosques, pero nosotros dimos media vuelta justo al pasar el restaurante y volvimos por la misma senda.

Fue espectacular sentir el río bajo los pies y pasar por un camino hecho con tablones de madera con el ruido ensordecedor del agua corriendo a nuestro lado. Pasar por un puente colgante que se movía ligeramente con cada paso y atravesar un túnel negro en el que casi no se veía nada y menos la salida.


A mitad del túnel un pequeño desvío nos condujo a un mirador minúsculo desde dónde apreciamos una pequeña cascada y pudimos sentir las gotitas de agua salpicando nuestras caras. Seguir hasta el final del túnel imaginando que tal vez podía aparecer un murciélago fue estimulante para los peques. Al llegar al otro lado la senda transcurría por al lado del río pero ya en tierra firme y unos metros más adelante una casa antigua se había convertido en restaurante (a esas horas aún cerrado). Seguimos un poco más, pero el camino empezó a ascender cada vez más y decidimos dar media vuelta y volver por la senda de la Cerra que a los niños les había parecido un circuito de aventuras fenomenal. Ya estaban cansados, pero al llegar aún sacaron fuerzas para jugar un rato en el área recreativa mientras se hacía la cena.


Al día siguiente por la mañana los peques y el padre se fueron a hacer, de nuevo, la senda de la Cerra y a jugar en el área recreativa mientras yo descansaba. Por la tarde visitamos el pueblo. Al principio nos esperaba una gran cuesta que nos acompañó hasta la vuelta. Todo el pueblo está en la ladera de una montaña y la vista del pueblo desde la carretera es preciosa, pero eso conlleva a calles empinadas.

En Castril todo parecía transcurrir con calma… Vimos las calles y callejuelas y llegamos a la iglesia, en ese momento cerrada.
En la plaza de la iglesia los peques jugaron a bailar como Rapunzel sobre el sol de la plaza de su reino.

Desde allí se veía el castillo pero, aunque queríamos subir, no pudimos, puesto que sólo abre sus puertas en dos ocasiones al día y nosotros llegamos tarde para ambas. Dimos una vuelta más por el pueblo, disfrutamos de sus calles, hablamos con algunos de sus habitantes, hicimos la compra en el super y volvimos a nuestra casita para cenar y descansar, no sin antes pasar de nuevo por el área recreativa a aprovechar los últimos rayos de sol.

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