jueves, 19 de mayo de 2016

Almería: la tranquilidad se respira junto al mar

El camino hacia Almería se nos hizo un pelín largo. Nuestro destino era Cabo de Gata, pero antes queríamos parar por algún paraje precioso de la costa almeriense. Buscamos algún sitio con área para autocaravanas, pero nos fue imposible encontrar uno que estuviera cerca del mar y el precio no fuera desorbitado. Finalmente acabamos en Carboneras, no porque creyéramos que fuera un lugar de ensueño, sino porque encontramos un lugar estupendo para aparcar, justo al lado del mar con un parque infantil enfrente. ¡Al ser temporada baja no hubo ningún problema para encontrar sitio!
Estuvimos un rato bien largo en el parque, los peques jugaron y jugaron, fuimos a la playa a hacer castillos y observar el mar. Hacía frío pero tampoco nos preocupó demasiado. Cuando ya se nos hizo molesto el viento y el frío nos volvimos a casa.

Por la noche un paseo nocturno por el paseo marítimo con los peques corriendo arriba y abajo, emocionados por salir de noche después de cenar. Vieron parques en la arena y nos hicieron prometerles que al día siguiente iríamos a jugar allí, así que al día siguiente nos encaminamos a la playa para jugar en los parques y después a ver el pueblo. Carboneras no es muy grande pero tiene rincones muy bonitos: Un molino de viento en un pequeño promontorio entre las casas, un castillo en el centro del pueblo, una plaza con el suelo acristalado para ver los tesoros de la ciudad bajo tierra (áncoras, ánforas y otras reliquias marinas) y un paseo larguísimo junto al mar, ¡que para eso es la población almeriense con más kms de costa!

Después de un par de días en Carboneras pusimos rumbo a Cabo de Gata. Carreteras larguísimas rodeadas de invernaderos, el gps nos hizo pasar por caminos estrechos rodeados de plásticos altísimos hasta que llegamos a nuestro destino. Creíamos que sería difícil encontrar algún sitio donde dormir puesto que nos habían dicho que no dejaban aparcar autocaravanas por la zona, pero nos llevamos una grata sorpresa al encontrar un aparcamiento enorme lleno de autocaravanas, ¡había más de veinte!

Aparcamos, Jordi y los peques fueron a dar una vuelta por el paseo mientras yo hacía la comida y por la tarde salimos por el paseo hasta llegar al final y adentrarnos en la playa. 

Paseamos por la orilla, recogiendo pechinas y piedras, excavando y pintando en la arena, observando nuestras pisadas, las marcas que dejaban la bici y el patinete y las de los pajaritos que habían pasado por allí. Subimos hasta el camino de tierra donde Èrika se estrenó como fotógrafa y donde un grupo de ornitólogos estaba observando algún ave interesante con prismáticos muy potentes, pero nosotros no vimos nada a simple vista, así que seguimos nuestro camino, dando media vuelta y volviendo al paseo marítimo donde los peques se lo pasaron genial jugando en todos los aparatos de gimnasia que encontraron a lo largo de éste.

Fuimos en busca de alguna tienda donde comprar algunas cosas de comida y así aprovechamos para ver un poco el pueblo.
Al llegar a nuestra casa aún era de día, hacía buen tiempo y quisimos aprovechar para pasear en sentido contrario, hacia el lugar desde donde zarpaban las pequeñas barcas de pescadores. Caminamos unos metros y pudimos ver como llevaban una barca hasta el mar y un rato después, cómo sacaban otra barca para llevarla al lugar donde debía pasar la noche.

Durante toda la tarde disfrutamos de las vistas, de la brisa, del sol y, al anochecer, de una preciosa puesta de sol en el mar.

Siempre me ha gustado ver las puestas de sol en el mar ya que donde nosotros vivimos no se ven, sólo podemos ver cómo sale el sol por el mar, pero siempre me ha parecido fascinante y mágico verlo ponerse tras esa gran masa de agua salada. Así que le dijimos buenas noches al sol y volvimos a la autocaravana para cenar.

A la mañana siguiente pensábamos marchar hacia la Manga justo después de desayunar, pero la verdad es que nos sentimos muy bien en Cabo de Gata y alargamos un poco más nuestra estancia, disfrutando del buen tiempo. Aunque antes de comer partimos rumbo a la región de Murcia de nuevo.


(Esos días las cámaras no nos ayudaron demasiado y las fotos salieron borrosas, movidas, desenfocadas… siento que no podáis ver todos los paisajes que nosotros pudimos apreciar pero la tecnología no siempre está de nuestra parte…)

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