
¡Qué
suerte tuvimos de encontrar montado el mercadillo de Navidad! Sobre todo, los
niños! Ese era el último día para poder montar en el tiovivo y en los ponis y
poder comer una crepe de chocolate en la calle y, por supuesto, los peques lo
aprovecharon. Lo mejor de todo… la cara de ilusión y satisfacción que se veía
en los rostros de nuestros enanos! Deseaban montar en todas las atracciones (de
madera todas ellas y funcionando con el pedaleo o el giro de muñeca del
feriante) y comer crepes, churros, caramelos… ¡Demasiado en poco espacio! Así
que les tocó tarea difícil… “tenéis que escoger una atracción y una cosa para
comer” La voz de su madre que destruye esa alegría desbordante y la esperanza
de poder con todo… Nos dejaron maravillados porque se pusieron de acuerdo los
dos, hablando entre ellos para escoger el lugar en el que montar. Èrika quería
la noria, Aniol el tío vivo… y al final acordaron: los ponis! Nos sorprendieron
y nos mostraron, una vez más, que los prejuicios hay que dejarlos de lado y
seguir confiando.
Después
del paseo en poni y de compartir una crepe de chocolate visitamos la Basílica
del Pilar y nos fuimos hacia nuestra casa con ruedas.
Al día
siguiente tocó visita al mercado, donde aprovechamos para comprar productos
locales y una vuelta por el centro para conocer los rincones más turísticos de
Zaragoza.

Por la tarde la Aljafería, precioso palacio donde se mezclan tres
momentos históricos. Los peques no estaban demasiado entusiasmados con la
visita, por más que intentásemos mostrarles las curiosidades, los colores, las
formas… ellos se aburrían, así que ¡Viva la imaginación! De repente nos
encontramos bailando en un baile de príncipes y princesas en la sala baja del
palacio mudéjar. Nos lo pasamos genial… ante las miradas de algunos de los
pocos turistas que por allí quedaban y después paseamos como reyes por el patio
de los naranjos. Al final no querían marcharse!






Llegó
el momento de partir de Zaragoza, fueron poco más de 48 horas, pero muy
aprovechadas! Nos llevamos algunas frutas de Aragón y un muy buen recuerdo.
Èrika disfrutó muchísimo en el parque y Aniol se enamoró del tranvía y de los
autobuses. Èrika ya nos ha dicho una cuantas veces que quiere volver… Pues
habrá que repetir!
Siguiente
parada… Guadalajara